viernes, abril 08, 2005
lanzado al mundo a las 4:50 p. m.
Chuletas

Un cordero tuerto de amargura buscaba a sus progenitores cojeando entre los pastizales. Su padre, un macho de patas vigorosas, yacía unos emtros detras -fuera de la vista del pequeño- tras unos arbustos espinosos. Las hojas manchadas de siniestro carmesí, acusaban el mortal destino que le había golpeado minutos antes.
Mientras, la madre era despedazada y cruelmente repartida por los patios de la casa. Su piel, otrora grisea como una tormentosa nube de inverino, estaba colgada de un arbol como un horrendo espectro aun tibio y medio vivo. El hijo del campesino, inexperto en el oficio, había rajado con el cuchillo la hiel del animal, regando todas las entrañas con su veneno. Inservible entonces, su cuerpo mosqueado y relamido por los perrros, termino en el olvido de un tambor de basura.
Flaqueando a cada paso, el corderillo cruzo el pequeño puente que pasaba sobre la sequía. Siguió co su infantil paseo hasta entrar al patio frontal de la casa, donde al fin logro ver a su madre. Se acerco hasta echarse frente a ella, besandola con el renovado amor del hijo extraviado. Los ojos de la cría reflejaban la ternura del encuentro, y por fin sintiéndose en casa, se cerraron.
El cordero dormía sin darse cuenta como desde el cercenado cuello de su madre, y a través de la tierra, pequeños ríos de sangre manchaban su cuerpo. Tampoco noto al campesino, que con determinacion de carnicero, se acercaba cuchillo-en-mano. Le importo aun menos el hecho de que unos segundos mas tarde, el fin de su madre se convirtiese en el propio. Lo único que le importaba era que, aun a través de la oscuridad de la muerte, esos ojos se encontraran y descansaran plácidamente como madre e hijo.