implosion
Era mi peor enemigo y yo su cómplice fiel. Planeó mi muerte con precisión y anticipación escalofriante. Se despidió de mi -yo sin entender- con una caricia mecánica - a sangre fría, sin necesitar mas que unos gramos de tinta. Pero en realidad, lo sabia porque hice mi parte del plan. Tome -claro- las precauciones necesarias para no enterarme de los detalles mas importantes, ni de las acciones claves. Actué -como correspondía- a ciegas, y ejecute mi homicidio de la manera mas limpia: sin resistencia ni consentimiento. La idea, el concepto como diríamos tu y yo -también el- lo encontré en ese/este relato que me mostraste sin presentir el trágico fin que nos uniría. Así también es que eres cómplice de el, como yo lo fui. Pusiste los pasos en mi mochila con elegancia. El texto era/es complejo y difícil de desentrañar. Parecía de lejos una pequeña jugarreta del lenguaje -¿lo ves?; un ejercicio de metaficcion, una tontera de aquellas. Pero la esfera era en realidad un poliedro de infinitos lados, entramado con un hilo oscuro, casi -me atrevo ahora con toda propiedad a decir- algo satánico. Es cosa de mirar con cuidado, pero sin cuidarse demasiado, para llegar a encontrar la punta de la madeja. Basta entonces -desde el abismo que es todo final- tirarse para oír los rumores árticos de mi voz, que es la tuya -y la mía también- para comprender que este, lo que ahora tienes, no es un fin, pero el fin. La ultima palabra abre el cerrojo y hace del acertijo un manjar exquisito que solo puede llevarte, llevarlo, llevarme a donde ya estamos, y luego colapsar. Recursividad.
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